Ahora que todo el mundo afirma carecer de tiempo para enfrascarse en la lectura, aquí traigo una pequeña recomendación: La violeta del Prater, de Christopher Isherwood (sí, sí, el mismo autor de Adiós a Berlín, el libro que dio pie a la inolvidable Cabaret, o de la novela Un hombre soltero, recientemente llevada a la pantalla por Tom Ford), editada por Veintisiete Letras.
Porque parece casi imposible ofrecer más de lo que da en sus 135 páginas de ágil lectura, llenas de esos diálogos tan precisos y absorbentes marca de la casa, y que tienen además un encanto especial para el cinéfilo. Ambientada en el Londres de 1933, La violeta del Prater está protagonizada por el propio Isherwood, que es contratado por un gran estudio para ayudar en la realización del guión y la dirección de una ñoña película sentimental que va a dirigir un director vienés, exiliado de su país para huir del ascenso nazi. Una experiencia que no es más que el trasunto de la vivida por el propio Isherwood en la realización de Little Friend, una cinta de Berthold Viertel de 1934.