Por Clara Jiménez Cruz
«Lo-li-ta: la punta de la lengua emprende un viaje de tres pasos desde el borde del paladar para apoyarse, en el tercero, en el borde de los dientes. Lo. Li. Ta.» Así empieza la obra literaria de Vladimir Nabokov, declarándose de entrada sutil y delicada, suave, armoniosa, dulce.
Pero, a pesar de la maestría con la que Nabokov supo escribir Lolita, cuando escribió el guión de la película para Stanley Kubrick algo fue mal, y el resultado de ese algo es Lolita (1962). Para serles sinceros no es una mala película en sí: está bien rodada, se reconoce la huella de Kubrick, nos mantiene alerta, nos interesa, pero… El problema de base es que pierde la esencia de la novela y así, ¿qué verdadero interés tiene una historia que al fin y al cabo no nos transmite? Lolita es un libro del que se han dicho muchas cosas y no especialmente buenas, pero es necesario leerlo para de verdad apreciar su fondo: Lolita no es un libro sucio, Lolita es un libro que hace que el lector se sienta sucio.
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