Por Jaime Ramos
Para los amantes de la trascendencia y el detallismo metahipofísico, queda Casino Royale. En palabras de Ingmar Bergman, «Desearía que desapareciera, para poder rodarla yo». Las malas lenguas, y también las tibias, afirman que la envidia de Bergman con respecto a Casino Royale radica en su infancia.
De todos modos, hay que comprender al maestro sueco, que finalmente murió, dicen que hace poco, porque Casino Royale está dirigida, escrita e interpretadas por apellidos del tipo Wilder, Huston, Hughes, Fleming (contra su voluntad, como Moore), Sellers, Niven, Welles, Kerr, Holden, y podría seguir, de hecho, no.