Por Francesca Aldrich
Señores y señoras, qué decepción más grande. Después de ver a Max Minghella caracterizado como un vengativo esclavo llamado Davo, cuyo única religión real era su amor por Hipatia, verle en persona tan poquita cosa y hablando con tan poco léxico pues me ha puesto triste. Qué decir de Oscar Isaac, representado en la carisíiiisima película de Amenábar como Orestes, cuyo papel representa el otro vértice de la ciudadanía privilegiada de aquella época de Alejandría, la del poder político, también a su vez locamente enamorado de Hipatia, pero más de su inmenso cerebro, y no tanto su físico como Davo. También, este chico de mezcla de sangre tan exótica y tan mediterráneo, decepciona en el cara a cara. Debían estar cansados, o hartos, o algo. Les saludé como tengo costumbre, y también me han enseñado mis padres, con una apretón leve de manos. Y yo, que sufro de nervios y a veces, pues sí, me transpiran un poco las manos (cosa de gente de pueblo, según se dice en Andalucía), en esta ocasión a los chicos eran aún peor. La cuestión es que no hacia calor en la habitación del Villamagna donde me recibieron, pero estaban, por alguna razón, inquietos y sudorosos. Nada excitante.
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