Con la cantidad de películas para adolescentes (por mucho que algunas madres también las sigan) que nos están llegando en los últimos meses, desde High School Musical a la saga de Crepúsculo, es inevitable la comparación con los teenpics que en los 50 llenaron los autocines de Estados Unidos y dieron alas a una clase social hasta el momento invisible: los adolescentes.
Por razones que no vienen al caso últimamente he estado viendo muchas de estas películas de ínfimo presupuesto ( e igual de ínfimo argumento) que nada tienen que ver con las grandes superproducciones dedicadas a los jóvenes y que hoy en día ocupan gran parte de la cartelera. Merece la pena recuperar, aunque sólo sea para ver la diferencia, películas como Beach Party y su secuela Muscle Beach Party o I was a teenage werewolf; en las que, a base de tres ingredientes: música, ídolos juveniles y la adolescencia como máxima; se recrean lugares paradisiacos apartados de los adultos en los que los adolescentes son capaces de vivir y sentir aquello que buscan, sintiéndose parte de algo por el mero hecho de ser adolescentes.
Sigue leyendo