Paula Fabra
Bilal (Firat Ayverdi) es un joven de 17 años que quiere llegar cueste lo que cueste a Inglaterra para reencontrarse con su novia. Ante el intento fallido de atravesar el Canal de la Mancha escondido en uno de los camiones que transporta el ferry, decide aprender a nadar para cruzar la barrera natural que lo separa de lo único que parece importarle. Simon (Vicent Lindon), profesor de natación en una piscina local de Calais, se está separando de una mujer a la que aún ama.
“Él ha cruzado 30.000 kilómetros andando y ahora quiere cruzar el canal a nado. Yo ni siquiera crucé la calle cuando tú te fuiste”. Esta frase, enunciada por Simón haciendo referencia a Bilal, resume la actitud de los dos protagonistas y refleja una de las vertientes de Welcome, último largometraje de Philippe Loiret que relata dos historias de amor frustradas por el absurdo del mundo. “Si en una acera llueve y en la de enfrente brilla el sol, cruzamos la calle”. Con esta otra, el director sintetiza la vertiente política de la película y denuncia la ley de inmigración francesa.
Philippe Loiret consigue que el espectador no se encuentre ante una ficción, sino dentro de ella y, al mismo tiempo, mantiene un ojo abierto a la cruda realidad, que difícilmente podría haber sido reflejada en un documental. Aparte de que la mera presencia de las cámaras la hubiera alterado, el director contó con colaboraciones y autorizaciones para rodar muchas secuencias que le hubieran sido negadas sin una ficción que enmascarase sus intenciones de denuncia. Sin embargo, Philippe Loiret mantiene que escogió esa historia fundamentalmente por su potencial dramático. Se define como cineasta, aunque admite que durante la escritura del guión se ha hecho más ciudadano y espera que la cultura acabe haciendo política.
El cine es una herramienta más para denunciar y cambiar la sociedad. Ésta no es la primera película que denuncia la situación de los inmigrantes en los países de “acogida”. Pero, en mi opinión, Philippe Loiret se diferencia y acierta en la motivación que mueve a Bilal por ser universal, tangible también para el espectador occidental. No pretendo con esto decir que la necesidad de sobrevivir, de alimentar a la familia, de encontrar trabajo o de huir de una guerra, sean motivaciones menos convincentes que el amor (sería absurdo). Pero en “nuestro” mundo, estas realidades son en cierta medida abstractas, llegan a nuestros ojos y a nuestros oídos a través de los medios de comunicación. Todos, o casi todos, hemos sufrido el conflicto de Bilal, el conflicto del amor, lo que además de potenciar la empatía con el personaje, cambia la idea preconcebida que muchos tienen de la figura del inmigrante. No se juega la vida para subsistir, se la juega para disfrutar de ella, para amar. Sí, quizás puede parecer un planteamiento desproporcionado, pero lejos de chirriar, funciona. Bilal es un personaje creíble y humano porque peca de inocente: no es consciente de las corrientes y las temperaturas que le esperan en el mar y tiene, no sólo la esperanza, sino la convicción de que cuando llegue a Inglaterra se convertirá en jugador del Manchester. Su exceso de fortaleza se justifica ante el espectador por su inocencia.
Simón, un francés de clase media, está en la misma situación que Bilal, sólo el modo que tienen de enfrentarse a su conflicto los diferencia. Bilal lucha desde el principio hasta el final por lo que quiere, mientras que Simon, impasible, observa cómo lo que quiere se aleja. Y es la fuerza de un joven iraquí de 17 años que aparentemente no tiene nada lo que pone en movimiento al personaje de Simon, un hombre que aparentemente lo tiene todo.
Puede resultar sorprendente que, tras ver la película, los jóvenes iraquíes sólo preguntaran una cosa: ¿Cómo se cruza? Ojalá que algún día, devolver a un hombre a un país en el que su vida peligra gravemente sea considerado un crimen contra la humanidad.
De momento se penan otras cosas. En Francia, el mero hecho de ayudar a un inmigrante (invitarle a dormir a tu casa un día de lluvia, por ejemplo) está penado con cinco años de prisión y con una multa de 30.000 euros.
A pesar de que Welcome es una dura crítica al comportamiento institucional en materia de inmigración, el Parlamento Europeo le ha otorgado el premio LUX de cine en su tercera edición. Su objetivo es apoyar el cine europeo y facilitar la distribución de las películas en el seno de la Unión Europea. Está valorado en 87.000 euros, destinados a financiar los subtítulos a sus 23 lenguas oficiales y a realizar de las versiones adaptadas para sordos e invidentes.
Su valor dramático ha sido reconocido en el Festival de Gijón de 2009 con el premio al mejor guión y con el del Jurado Joven.