Cinco minutos con Oscar Isaac y Max Minghella

Max Minghella y Oscar IsaacPor Francesca Aldrich

Señores y señoras, qué decepción más grande. Después de ver a Max Minghella caracterizado como un vengativo esclavo llamado Davo, cuyo única religión real era su amor por Hipatia, verle en persona tan poquita cosa y hablando con tan poco léxico pues me ha puesto triste. Qué decir de Oscar Isaac, representado en la carisíiiisima película de Amenábar como Orestes, cuyo papel representa el otro vértice de la ciudadanía privilegiada de aquella época de Alejandría, la del poder político, también a su vez locamente enamorado de Hipatia, pero más de su inmenso cerebro, y no tanto su físico como Davo. También, este chico de mezcla de sangre tan exótica y tan mediterráneo, decepciona en el cara a cara. Debían estar cansados, o hartos, o algo. Les saludé como tengo costumbre, y también me han enseñado mis padres, con una apretón leve de manos. Y yo, que sufro de nervios y a veces, pues sí, me transpiran un poco las manos (cosa de gente de pueblo, según se dice en Andalucía), en esta ocasión a los chicos eran aún peor. La cuestión es que no hacia calor en la habitación del Villamagna donde me recibieron, pero estaban, por alguna razón, inquietos y sudorosos. Nada excitante.

Y, dicho sea de paso, también me ha dejado fría la película de nuestro genio cinematográfico de origen español (¡Viva España!, ya que hoy es 12 de Octubre). Tanto se está hablando de lo que ha costado (la película, digo), 50 millones de euros, la cinta más cara del cine español (hasta ahora era Alatriste con 20 millones, que tengo que decir que parece que le faltaron, a Amenábar y amigos, tal vez un millón más para rematar la película. Ya se quejaron los espectadores en Cannes, donde se estrenó, de que era muy larga. Y, tomando la crítica constructivamente, Amenábar acortó 15 minutos el metraje, dejándola en 141. Bueno, algo es algo. Esta vez sí que escuchó, e incluso no compuso la música, dejándosela a Dario Marianelli, con gran acierto.

Pero aun así, hay algo que no funciona y no sabría decirles qué es exactamente. La temática es interesante, Rachel Weisz está imponente, pero el resto de la troupe no acompaña y no convence. Y creo que, después de mucho analizarlo, lo que no funciona es que el director intenta constantemente demostrarnos que, lo mismo que la Tierra es redonda, también lo es la historia, y que si ahora los talibanes son los monstruos del siglo XXI, los cristianos lo eran en el siglo IV en Egipto bajo el Imperio Romano. Pues sí, puede ser, pero ¿y? No sé muy bien adónde me lleva este pensamiento, en todo caso no me tranquiliza que, además, el director que se confiesa ateo me intente explicar que todos somos iguales. La bondad tiene que tener su presencia en la historia, ¿no? Sí tengo que reconocer que la parte donde nos relata la desesperación de Hipatia por enfrentarse a la ignorancia tiene su encanto. Y sí, es verdad que, filosóficamente hablando, nunca entendí por qué Dios hizo tan difícil el construir y tan fácil el destruir. Dice Carl Sagan que si la Biblioteca de Alejandría hubiera sobrevivido ya tendríamos colonia en Marte. Pues estoy de acuerdo, porque son una fan de la ciencia. Pero no estoy de acuerdo con Amenábar, que me llega a razonar que si la biblioteca aún estuviese en pie no tendríamos talibanes y terroristas con bolas de metralla en su recto.

A todo el que se digna a preguntarme sobre la película, lo único que le puedo decir es que la historia merece ser vista y en estos tiempos, donde afortunadamente ya se ha pasado la fobia de la feminitis, Hipatia se alza como un personaje auténtico y su sexo, en este caso, destaca como una de sus virtudes, y no sólo por su belleza. Trabajó intensamente con la aritmética de Diofanto y con la geometría de las cónicas (qué belleza la imagen de la película cuando desmorona un aparente sombrero de mago en diferentes formas geométricas perfectas, que luego sirvieron para poder explicar por qué las órbitas de los planetas giran alrededor del Sol). Mejoró instrumentos como el astrolabio, muy utilizado por marineros para encontrar su posición en el bravo mar. Trabajó en el hidrómetro, aparato que sirve para medir la densidad especifica de líquidos, o un planisferio usado para reconocer los astros en el firmamento, y seguramente muchas más cosas que se destruyeron en su época por considerarla atea, bruja y mujer.

Bellísima Hipatia de larga melena y maravillosas curvas, tuvo la decencia de entregar su órgano mas importante, el cerebro, al estudio de asuntos poco prácticos para los menesteres de ama de casa que le correspondían, y por ello tal vez decidió no probar hombre para así no saber de esta condición y no desviar su interés por su pasión, el conocimiento. Tuvo un padre bondadoso que le dejó hacer y unos amigos que hasta el final puede, y esto ya es invención de Amenábar, que la salvaran de males mayores. Hipatia de Alejandría, que no de Amenábar, me hubiese encantado entrevistarte…. Pero Fox no me dio la oportunidad. Otra vez será.

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