Por Francesca Aldrich
Tengo una pequeña fobia que les voy a reconocer: me repele el término “cine independiente”. ¡Hala! Dicho está, y mucho más a gusto que me quedo. Siempre se vende este término como algo valioso, una joya, y si no vas a ver cine independiente no eres “cool”. Pero la penosa realidad, que nadie se atreve a decir, es que es cine sin dinero, sin promoción, sin marketing. Y así se presento Frozen River a los periodistas en Madrid. Las entrevistas con la actriz principal, Melissa Leo y la directora Courtney Hunt tuvieron lugar en el hotel Atocha, menos glamuroso que lo que estamos acostumbrados con el Villamagna o el Santo Mauro. Y la directora, Courtney Hunt, me lo confirmó, no tenían ni dinero para ver la película en pantalla grande, ¡qué meritazo aun así seguir luchando por el proyecto! Yo, personalmente, sería incapaz de ser tan valiente. Y tuvo reconocimiento en Sundance y en nuestro prestigiado Festival de San Sebastián (y digo yo: si es que donde hay buen gusto no debería haber terrorismo).
Y si siguen leyendo a partir de aquí todo lo que tengo que decir es pura verborrea mental, pero a mi estilo. A pesar de abordar un tema de tanta actualidad como el de las fronteras y los inmigrantes, me sigue impresionando que hasta la propia directora estaba extrañada de que no la llamara nadie para interesarse por este coladero de frontera entre Canadá y Estados Unidos. De hecho, mientras filmaban en la propia zona de conflicto, nadie la increpó, ni tuvo ninguna dificultad institucional o policial. Interesante cuanto menos, extraño desde luego, que en un país donde la paranoia de la seguridad se mide por semáforos (y esto es literal: para aquéllos que no hayáis viajado al otro lado del mundo la alerta terrorista se explica en la tele gráficamente con un semáforo, en el que el rojo es, claro, el más peligroso), se pusiera tan poco intéres durante y después sobre esta directora “independiente”.
Una historia, la de Frozen River, contada a través de los ojos, contenidos de ira, de una madre, Ray (Melissa Leo), que vive en una caravana con sus dos hijos, que por necesidad se ve unida en su destino al de otra mujer india mohawk, Lila Littlewolf. Las dos empezarán a cruzar el helado río St. Lawrence llevando a inmigrantes de todas las nacionalidades, y por supuesto ilegales, hacia la falseada tierra de libertad, por un puñado de dolares. Ironía de la vida y de la película que la frontera por donde cruzan esté tan helada.
Y agradezco desde aquí que la directora, la Sra. Hunt, diera un toque de realidad poética a una situación que por desgracia vivimos hoy todos los días en todos los rincones del mundo. Donde ya nuestros políticos piden Seguridad Social sólo para españoles, donde gente de color y sin más remo que sus manos se tira a todos los mares esperando ver la costa antes de morirse de sed. Con la esperanza, todos, de una vida mejor. Pero dicho lo malo, lo bueno de esta película es que siempre al final de cada escena nos regalan un final semi-feliz, un final poético. Porque a nadie le gusta volver a casa más apesumbrado de lo que llegó a la sala de cine, al menos a mi me pasa.
Y Melissa Leo, y su personaje Ray Eddy, tienen rabia dentro, pero aún más ganas de luchar como mujer, como ser humano. Y si eres mujer, yo creo que esta película te dará energía suficiente para enfrentarte al nuevo día porque hay pocas de nosotras, me temo, de las que puedan ver la película, que estén peor que Ray. Y me viene a la mente las periodistas árabes como la que se pone pantalones en un mundo machista de burkas o la “pecadora” marroquí, también periodista, que rompe el ayuno del Ramadán para tomarse un bocadillo como símbolo, como protesta, en defensa de la libertad de culto. Qué suerte tenemos. ¡Qué suerte! Y ando por el barrio de Salamanca y me sonrío de verlo tan parecido a una calle neoyorkina, con los acentos bailando por encima de los semáforos, el rumano, el latino, el moscovita, el búlgaro. Pero claro, es todo temporal, son las obras de Madrid para mejorarlo, para prepararlo para el 2016. Pero es interesante ver la convivencia de crisoles con los bolsos de Prada y Loewe. Y todo esto me lleva de nuevo a la película Frozen River. Qué valiente apuesta, qué puesta en escena mas gélida pero efectiva. Qué actores tan reales, qué realidad más intensa. Y me dice Melissa Leo, mas bien me recuerda, las palabras del celebre orador y filosofo Joseph Campbell cuando la preguntó cuál es su secreto para vivir de cine. Y aquí estoy traduciendo, donde siempre se queda algo de la esencia en el camino de la nueva palabra, que si podemos vivir la vida en nuestro propio barco ése es el nirvana, eso es VIVIR DE CINE. Ojalá aprenda pronto a navegar, y pueda aprender mas de mí misma. Gracias queridas colegas de sexo, una se siente arropada teniendo personas como vosotras en este caótico mundo de hombres insensibles y fríos.