Por Quique Sanchís
Con motivo del estreno de District 9, película de ciencia ficción bastante original y que promete convertirse en un referente a medida que pase el tiempo, aunque a algunos ya les pese, he decidido montarme en mi máquina del tiempo particular e invitaros a un viaje espacial, y especial.
Podíamos decir que todo comienza en 1902, cuando Georges Méliès estrenó Le Voyage dans la Lune, una película que utilizaba trucos fotográficos para representar el viaje de una nave espacial a la Luna. Con él se asentaron las bases del género cinematográfico que hoy ocupa estas líneas, al que adoro y que sin duda ha dado mucho juego en todas sus facetas: la ciencia ficción.
Repasando su historia comprobamos que a pesar de ser un género machacado y denostado en muchas ocasiones, unido junto el terror a la llamada “serie B”, el cine de ciencia ficción ha sobrevivido en todas las décadas entregándonos grandes clásicos y referentes del cine. Las décadas de los 30 y 40 convirtieron a la ciencia ficción en un recurso barato y poco exigente de entretenimiento, naciendo la denominación de serie B, donde los viajes espaciales y los personajes heroicos de historietas se alternaban con las invasiones extraterrestres como centro de interés para los espectadores. Sin embargo, no fue hasta los 50 cuando la ciencia ficción descubrió que podía ser un filón de crítica social y política, más allá del simple entretenimiento. Apoyado en el auge de la literatura del mismo corte, películas como La invasión de los ladrones de cuerpos, Ultimatum a la Tierra o La guerra de los mundos (véanse sus nuevas versiones para entender lo que se puede destrozar un clásico del cine) se convirtieron en grandes referentes del cine, con ese aire catastrofista que se generaba en el mundo belicoso que tocaba vivir.
En la década de los 60, el poco interés de los grandes estudios por la ciencia ficción, unida equivocadamente a la famosa y cutre “serie B”, pareció denostar este género. Hasta que un director llamado Stanley Kubrick decidió darle otra vuelta de tuerca y creó una de las películas más influyentes de todas las décadas: 2001: Una odisea en el espacio (1968). Esto, unido al interés que volvió a despertar la ciencia ficción gracias a los viajes a la Luna, hizo que la década de los 70 fuese la más prolífica en películas del género, volviendo a caer de nuevo en la simpleza y la extravagancia como métodos de creación. Hasta que, a finales de la década, un triunvirato magistral elevó la ciencia ficción a género de culto e interés: George Lucas, Steven Spielberg y Ridley Scott. Los dos primeros nos mostraron cómo el cine de entretenimiento no estaba reñido con la calidad y nos trajeron joyas como La trilogía de La guerra de las galaxias (un culebrón espacial lleno de misticismo y emoción que arrasó en taquilla y cuyo éxito aun perdura) el primero, y Encuentros en la tercera fase o E. T. el segundo (por nombrar algunas). Y algo más allá, el magnífico terror de Alien o el suspense filosófico de Blade Runner de R. Scott trajo nuevos aires a la ciencia ficción, junto con “interesantes” ingresos a sus estudios.
Aunque aquí he de hacer una parada momentánea en el viaje, un pequeño inciso sobre Blade Runner. No tuvo éxito en Estados Unidos, y muchos la criticaron (lo reconozco, yo el primero) por su ritmo lento, poco acorde con lo que se esperaba de una supuesta película de ciencia ficción, y su complejidad narrativa. Sin embargo, fuera de las fronteras de América la película se convirtió poco a poco en eso tan retorico y “chic” de “película de culto”, arrasando en videoclubes y ganándose el “honor” de ser una de las pioneras en verse publicada en DVD. Y lo cierto es que la película, vista más de una vez, se enriquece en cada fotograma, y uno que la denostó, ahora es capaz de verla de un tirón y amar cada una de sus frases y grandes momentos.
La década de los 80 fue la cara y la cruz para el género. Los altos presupuestos de Dune (equivocada puesta en escena de David Lynch de la magnifica obra de Frank Herbert) y de 2010, odisea dos (inútil intento de Peter Hyams) y sus malas cifras en taquilla persuadieron a las compañías de seguir invirtiendo en ciencia ficción. Hasta que se descubrió un nuevo filón: los robots. Tanto el Robocop de Paul Verhoeven (en menor grado) como el Terminator de James Cameron (sobre todo) volvieron a dar bríos a la ciencia ficción. Lo del primero, me disculparéis, todavía no logro entenderlo…
TO BE CONTINUED…
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