Por Héctor Rodríguez
Traición y deshonra son dos palabras que figuran entre los calificativos más empleados por la prensa mundial para definir lo que hizo Jayson Blair, ex periodista de The New York Times, desde que llegó con 23 años y fuera despedido con 26 después de que una investigación interna en el prestigioso rotativo descubriera que al menos 36 de 73 artículos escritos por el periodista se basaban en noticias fabricadas desde su casa.
Los métodos que usó Blair para engañar a los lectores, redactores e incluso altos cargos del periódico (llegó a dimitir el propio director del diario estadounidense) pasaban por tener acceso a la información que ocurría en el momento a través de internet, buscar detalles en las fotografías del hecho noticioso que le permitieran hacer creer que se encontraba en el lugar de los hechos o el plagio de artículos publicados en otros medios.
El despido de Blair se llevó por delante el prestigio del New York Times, pero el periodista consiguió sacar partido del asunto un año después con la publicación de un libro en el que se confesaba de haber cometido las irregularidades y del que recibió antes de que saliera a la venta la cantidad de 150.000 dólares. Además, según publicaron medios como El País, pretendía vender derechos para realizar una película sobre el asunto.
Precisamente, en el año en que se destapó el escándalo de Blair (según recoge la base de datos IMDB) Hoollywood estrenó una película sobre el caso de Stephen Glass, un periodista de The New Republic que también fue acusado de haber engañado a su periódico con noticias fabricadas por él mismo. Peter Sarsgaard, que en la película El precio de la verdad encarna a Charles Lane, jefe de Glass y descubridor oficial de sus fantasías, dijo que “la gente no dudó de la veracidad de esos artículos porque confirmaban ideas preconcebidas de los que tenían una idea política concreta”.
Al ‘estilo’ periodístico de Blair y Glass se le suman el de otros redactores que fueron descubiertos en su momento. Como recoge Juan Varela en su blog Periodistas 21, un ejemplo es el del caso de otro redactor de NYT, Rick Bragg, quien fue acusado de usar la información de un compañero de la profesión ‘freelance’ sin citarlo para publicar un reportaje sobre ayuda a estudiantes negros en Missisipi. Otros periodistas como Jack Kelley, de USA Today o Janet Cooke, de The Washington Post forman parte de este recuerdo de ‘mentiras de rabiosa actualidad’ que provocaron heridas en el honor del orgullo periodístico estadounidense.
Gran película, ya podéis aplicaros el cuento los periodistas de este país y tener cuidado cuando informais.
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