Por Quique Sanchís
Cada vez tengo mas clara una obviedad de la vida. El estado de ánimo de uno predispone bastante a la hora de sentarte a ver una película. Y no lo digo por un ejemplo en concreto, si no porque a medida que uno devora cintas y cintas de grandes y pequeños directores, de buenos y malos actores, de pésimos y maestros guionistas, la misma película no resulta igual de un día para otro.
En raras ocasiones, cuando la película resulta impecable en todas sus facetas, poco importan la vida y los ojos con los que la miras: te traspasa, te transporta, te incita y te atrapa. Pero en un porcentaje bastante elevado de momentos, dos factores son importantes a la hora de predisponerte a contemplar la historia que te quieren contar: la opinión recibida y tu ánimo del día.
La opinión recibida. Suele suceder eso de ir a ver una película que el boca a boca de tus más allegados te han puesto por las nubes y, a la hora de la verdad, comprobar que no llega ni a la mitad de tus expectativas generadas. Grave error que cometemos si nos dejamos ser tan influenciables. Al igual que en la vida, todo tiende a ser subjetivo, así que dejad que primero sea vuestro propio juicio el que valore, y luego comparadlo al de los demás.
O el caso contrario, leer críticias feroces a una película y comentarios negativos, y cuando como un valiente te enfrentas a ella, te sorprendes a ti mismo con esa famosa frase, que siempre se dice bajito, de «pues a mi me ha gustado…» Y lo dices bajito por el simple hecho de que la sola mención de la palabra «gustar» causa revuelo en el público que la oye, y sobre todo, porque la confianza en ti mismo sobre tu gusto cinematográfico parece tambalearse por aceptar tremendo «truño» entre tus gustos positivos… Pero no hay que repudiar los gustos de cada cual. Lo dicho, el cine tambien es subjetivo.
El ánimo del día. ¿Con cuántas comedias nos hemos topado que nos han resultado zafias e incluso aburridas porque, por desgracia, ese día hemos tenido una discusion o un pequeño disgusto en las horas previas, mientras contemplamos cómo nuestros compañeros no dejan de soltar sonoras carcajadas? ¿O cuántas películas románticas nos han parecido cursis y empalagosas porque justamente ese día nuestras hormonas no estaban precisamente en su mejor momento o nuestro aura dibujaba poca armonía, mientras que los enamorados no paran de suspirar provocando nuestras miradas airadas? ¿O esas películas serias, tema protesta o reinvindicativo, que no son capaces de calar en nosotros, por mucho que se empeñe, porque ese día nos hemos levantado, como se suele decir, con «el cuerpo jota»? Y también se puede leer a la inversa… Lo dicho, el cine también es subjetivo.
Pero eso sí, el día que todo se alínea en positivo… ¡¡¡¡cómo se disfruta del buen cine!!!!
Pues a mi me ha gustado… el artículo. Es extrapolable a casi todo en la vida.