Por Antonio Golmar
Por fin llegó a las salas comerciales (o al menos a una, la del Pequeño Cine Estudio de Madrid) el documental Cien metros más allá, que trata sobre el contrabando en Melilla, el modo de vida de miles de personas que viven en la región de Marruecos que circunda la ciudad.
La película, coproducida por elegantmobfilms, TVE y Chello Multicanal (canales Odisea, Historia, Hollywood, etc…) se presentó con gran éxito de público y crítica en la última edición del Festival Internacional de Documentales de Amsterdam (IFDA), uno de los más prestigiosos del mundo. Tras pasar por el Festival de Cine de Málaga, Cien metros más allá, segunda entrega de una trilogía sobre El Rif dirigida por Juan Luis de No y que cuenta con el asesoramiento del antropólogo melillense Mohatar Marzok, llenó la sala el día de su estreno en Madrid y suscitó debates muy interesantes en el coloquio que siguió a la proyección y en un bar sino-castizo donde la productora nos invitó a unas copas acompañadas de diversas delicias de la gastronomía china.
Cien metros más allá se aparta tanto del documental clásico como de las obras comprometidas al uso. Tampoco cuenta con grandes artificios ni se presenta como una gesta épica, algo que se agradece mucho en estos tiempos en los que a menudo el principal protagonista del documental es su director, y no la historia que cuenta, y que es en definitiva lo que le interesa al público.
Los protagonistas de la película son el pequeño empresario del contrabandismo Mustafá, el abuelo Hasan, el joven Said, recién casado con una marroquí de Barcelona, y Fátima, una madre de 36 años abandonada por su marido con un hijo de 12 años. A través de sus testimonios y de sus idas y vecinas por la frontera conoceremos su duro oficio, a menudo dificultado por las leyes de inmigración europeas y los aduaneros marroquíes (Marruecos no es precisamente un paraíso del libre comercio).
Después de la proyección, algunas personas confesaron haberse sentido conmovidas por las historias de estas personas. Yo también, aunque más que eso experimenté una profunda admiración por estos individuos que desafían las estúpidas restricciones al libre movimiento de personas y bienes y trabajan duro para mantener su independencia y a sus familias. Auténticos héroes que sólo quieren que los dejen en paz y que les permitan vivir de su trabajo, y de paso aprovechar también ellos las grandes oportunidades que ofrece la globalización.
Aunque la película carece de tesis política y económica más allá de lo duro que resulta sobrevivir en algunas partes de Marruecos debido a los obstáculos que ponen los estados, el enfoque naturalista de la película implica al espectador hasta el punto de que a veces uno tiene la sensación de estar no sólo viendo y oyendo, sino también oliendo y casi tocando a los personajes.
En fin, por su maestría técnica, su honradez y la admirable descripción de un mundo complejo Cien metros más allá es una película que ningún aficionado al género documental debería perderse y un ejemplo a seguir para todos los creadores. Espero que la tercera parte de la trilogía no se haga esperar mucho tiempo. ¡Enhorabuena!