La Aceituna

Por Clara Jiménez Cruz

Ustedes estarán pensando a santo de qué viene un post sobre aceitunas, o por qué extraña razón le hago publicidad a una marca cuando está claro que no nos paga… No van por ahí los tiros, ya que no estamos aquí para hablar de saladitos y otras variedades de picoteo, sino para hablar de cine; y, teniendo en cuenta que últimamente estamos hablando de la guapura de los actores y actrices sin hacerles verdadera justicia, me he visto obligada a intervenir… Entiendo que cada uno tendrá su opinión y sus gustos, cosa totalmente respetable, pero no deja de sorprenderme que el señor Miguel Ángel Delgado, con todo su buen gusto habitualmente, a la hora de hablar de mujeres suba a la balanza a dos critaturas que apenas son capaces de cerrar sus carnosos labios y que necesitan de posturas elocuentes para llamar la atención, por no hablar de la nariz de Bárbara Mori, que me recuerda a la de la Tía Petunia (Fiona Shaw) de Harry Potter.

Algunos pensarán que esto es pura envidia, pero no. ¡Nada más lejos! Soy perfectamente capaz de admirar la belleza de una mujer si la siento, y no es el caso de la norteamericana y la latina, sin embargo, sí es el caso de LA ESPAÑOLA: una mujer que no necesita levantar capós para levantar suspiros, y cuya elocuencia se aprecia en sus palabras, y no en sus posturitas.

No podía ser otra más que nuestra reciente oscarizada Penélope Cruz, y no es la primera vez que lo digo. La belleza de esta mujer va más allá de la guapura. Pe es guapa, pero además es atractiva, elegante, sencilla, seductora… Se me acabarían los adjetivos para definirla. Es una mujer que no sólo ha sido agraciada con la belleza, sino también con la capacidad de gustar, con el dominio exacto de sus gestos que le permiten tener la situación bajo control, y, por seguir comparando, con la capacidad de actuar.

No seré yo quién diga que es la actriz del momento ni que nació para pasearse por un escenario, sin emabargo, Penélope es una actriz a la que, aunque de primeras le cueste adaptarse al personaje, lo consigue, y así, aunque al principio no nos creamos a Raimunda, al final estamos convencidos de que hay una mujer igualita que Pe que ha enterrado a su marido al lado del río en un congelador.

Ustedes dirán, es su decisión (la mía y la M.A. ya están tomadas), pero, tengan en cuenta, que ¡la española es una aceituna como ninguna!